Me pediste que no te amara, que no fueras tu el causante de
algún otro sentimiento...mientras tanto me quitabas la ropa.
Me decías con voz baja que sabías que el momento llegaría alguna vez...que deseabas mi piel tanto como yo la tuya...que la entrega podria ser total, sin miedos, sin culpas...pero que no te quisiera más.
Empezaste a tocarme, a mirarme sorprendido, a deslizar tu boca por mi cuerpo, a hacerme respirar cada vez más rápido, agitada, excitada...
La habitación se hizo pequeña, la luz tenue que entraba por la ventana fue suficiente para mirarte, fotografiar en mi mente tus ojos, tu boca, tus brazos y todo tu cuerpo al sentirlo con mis manos.
Y no pensaba en lo que decias, que importaría mañana, tal vez las miradas serían distintas, tal vez habría cierta distancia, pero quizas cambiarias de opinión. ¡No lo pensaba!.
Me abrazaste tan fuerte, tan delicamente cuidandome en todo momento que no tenía temor alguno de estar ahi, siendo tuya.
Y nos volvimos uno solo, ahi estabas tu, seguías mirando cada movimiento, y me besabas, sentir tu boca tocando mis labios lo era todo...no logro entender porque dices que no te quiera, si me besas pidiendo lo contrario, sí, tus besos te contradicen.
Así que decidí entregarme a tí, a tu cuerpo, a tus insitintos, a tu pasión, a tu deseo desbordado en mi cama sin pensar en el después, sin quererte más que antes, sin pretender un amor diferente, sin decir más, pero está noche, nuestra noche y espacio...era inevitable hacerte el amor.
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